Sacristía de la Basílica

Aproximación histórica

La sacristía de la Basílica de San Lorenzo de Huesca fue fundada por el vizconde de Torresecas en 1637 con licencia para enterramiento de él y sus descendientes, construyéndose entre 1650 y 1651. Situada detrás del altar mayor, constituye una interesante muestra del arte aragonés del siglo XVII por la riqueza y el carácter unitario de la decoración mural, las pinturas y el mobiliario que la conforman.

Su planta rectangular se cubre con una bóveda de lunetos dividida en tres tramos, permitiendo abrir en el muro oriental otros tantos vanos de iluminación. A lo largo de tres de sus lados se disponen los cuadros sobre el ciclo de San Lorenzo donados a la iglesia a la muerte del vizconde de Torreseca. Se trata de 12 grandes lienzos enmarcados en carpintería dorada, con escenas de la leyenda, vida y martirio de San Lorenzo, pintados en 1633 por el valenciano Antonio Bisquest y atribuidos hasta hace poco tiempo a Jusepe Martínez. Se acompañan de otros cinco de menor tamaño, pintados posteriormente, representando a santos próximos a San Lorenzo por lazos familiares. Según la historiadora Celia fontana, se idearon en origen como testimonio de la patria oscense del santo, de su especial vinculación a la familia del comitente por el apelativo de “Cortés español” y de la devoción que le profesaba don Tomás Cortés. Cuando estos cuadros se adaptaron a la sacristía fueron “renovados” por el doctor Lorenzo Agüesca, autor de la decoración al fresco de la bóveda, trastocándose el orden según el cual deberían ser contemplados para enfatizar el valor del martirio del santo.

Por los libros de cuentas y los inventarios se sabe que la sacristía de San Lorenzo era una de las mejor dotadas de Huesca. De hecho, el vizconde Torresecas no sólo hizo a sus expensas la fábrica de la sacristía sino que fundó una institución para dotarlas de alhajas, ornamentos y medios económicos.

Estado de conservación

En octubre de 2000 la Fundación Caja Madrid inició la colaboración con la Parroquia de la Basílica de San Lorenzo mediante una aportación de 32 millones de pesetas para la restauración de la sacristía. Esta actuación se enmarca en el Programa de Conservación del Patrimonio Histórico de la Fundación Caja Madrid, que en sus trabajos de investigación previos al proyecto determinaron las siguientes patologías:

- Cuadros: suciedad generalizada y ennegrecimiento de barnices, que dificultaban la contemplación de las obras; destensado de los lienzos, debido a la oxidación de los clavos, la humedad y al hecho de estar fijada la tela a un soporte de madera; craqueladuras, desprendimientos y repintes en la película pictórica; roturas y desgarros sobre el soporte, y presencia de insectos xilófagos en los marcos.

- Mobiliario: estado de conservación deficiente con suciedad superficial, barnices degradados, ataques de xilófagos y herrajes oxidados.

- Pintura mural: las alteraciones debido a los efectos de la humedad se observaban en la presencia de sales, desprendimientos puntuales de la capa pictórica, las manchas de humedad y pequeñas grietas.

Proceso de restauración

Los trabajos de restauración de la sacristía de la Basílica de San Lorenzo es una obra de carácter integral encomendada por la Fundación Caja Madrid a la empresa navarra Patrimonio CPS.

Para dar la solución más acertada al solado, arrimadero y la iluminación, la Fundación Caja Madrid organizó el 6 de marzo de 2002 una visita técnica a la sacristía, seguida de una intensa sesión de trabajo en la que, bajo la coordinación de Gabriel Morate Martín, subdirector del Programa de Conservación del Patrimonio Histórico Español de la Fundación Caja Madrid, se reunieron Miguel Ángel Rodríguez-Lorite, físico y especialista en iluminación de monumentos, Antonio Perla de las Parras, historiador especialista en azulejería y autor de una monografía sobre criterios de restauración de materiales cerámicos, Pedro Ponce de León, arquitecto restaurador de monumentos, José Félix Méndez de Juan, jefe de la Sección de Bienes Muebles de la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Diputación General de Aragón, Ester Escartín, restauradora del citado órgano administrativo, Francisco Roldán, restaurador y director del Proyecto y de las obras de restauración de la sacristía y José Antonio Satué, párroco de la Basílica de San Lorenzo, acompañado de Joaquín Naval Más y José Miguel Sanz Lahoz, arquitecto y aparejador del Obispado de Huesca, respectivamente.

La iluminación existente en la estancia era obsoleta. Los trabajos de restauración tuvieron como objetivo compatibilizar el realce del espacio y de las obras contenidas con la necesaria funcionalidad que tiene toda sacristía en uso.

Se decidió que el espacio idóneo para que la instalación quedase oculta a la vista era la cornisa en madera decorada a partir de la que arrancan las pinturas murales de la bóveda. En cuanto a la luz indirecta, se optó por una regleta con una persianilla que permite dirigir el haz de luz, evitando así excesos de luminancia en las zonas aledañas a los tubos fluorescentes.

El pavimento.

En una intervención de mediados del siglo XX se sustituyó el antiguo solado de baldosas de barro por un pavimento de mármol. Bajo la gaveta de la hornacina situada en el lado este de la sacristía se encontraron dos piezas de pavimento “in situ” de 12 x 24 centrímetros, colocado a espiga, así como la impronta del aparejo utilizado en otras áreas de pavimento en el mismo espacio. En base a ello, se colocó ladrillo prensado tratado con las mismas medidas y colocado también a espiga.

El arrimadero

Los únicos restos conservados in situ del arrimadero, que en origen debieron recorrer los cuatro paramentos de la sacristía, son los que se conservan en el intradós y en los laterales del arco de la Cámara del Tesoro, y que antes de la restauración estaban alternados con piezas recolocadas en tiempos modernos.

Los motivos originales proceden del repertorio azulejero talaverano de finales del siglo XVI y especialmente del XVII y XVIII (puntas de diamante, estrellas y ferroneries).

El análisis del arrimadero cerámico de una capilla contigua a la sacristía confirmó el aprovechamiento de azulejos de los antiguos arrimaderos de la sacristía, desmantelados, al parecer, con anterioridad a la reforma de los años 50-60.

Otros elementos

A mediados del siglo XX se colocó a la izquierda de la sala por una cajonera de reciente factura. Se ha acondicionado para que su apariencia encaje con el resto de los armarios.

Al disminuir el espacio dedicado a guardar y exponer las principales obras de orfebrería se acondicionan otros espacios de la misma sacristía para que estos elementos puedan observarse en las mejores condiciones.

Se refuerza la seguridad existente en la sacristía y en los armarios en los que se va a exponer la orfebrería.